Para educar a los pequeños no debemos tallarlos hasta moldearlos como a un diamante, debemos regarlos para que crezcan libremente como una planta.
La educación es parte importante del desarrollo de cualquier persona, sobre todo los niños. Por desgracia, los adultos a menudo pensamos que nuestra manera de hacer las cosas y comprender el mundo es la única válida, por lo que, en vez de contribuir al desarrollo de los niños, los limitamos. Cada vez que le “enseñamos” a un niño una verdad que no admite discusión, cerramos un camino hacia el descubrimiento.
Nuestra función como padres o maestros no es crear copias exactas de nosotros mismos, sino de dar a los niños las herramientas que necesitan para desarrollar sus capacidades, plantearse sus propias metas y por supuesto perseguir sus propios sueños.
Educar no es llenar la mente de conceptos y teorías sino liberarla para que pueda pensar y crear.
Esa visión limitada y restrictiva de la educación proviene directamente de la escolástica, una tendencia educativa que se implantó en el Medievo y aún sobrevive en nuestras escuelas. El problema radica en que el principal objetivo de los escolásticos no era conocer nuevos hechos, sino integrar el conocimiento que ya se había adquirido y que provenía de la filosofía griega y el cristianismo.
A aquellos maestros no les interesaba que sus estudiantes pensaran, sino que memorizaran una serie de verdades que se consideraban inmutables. Desgraciadamente, la educación todavía no ha podido deshacerse de ese tipo de pensamiento.
Este maravilloso corto animado del 2010 titulado ”A Cloudy Lesson” (Una lección en las nubes) aborda este tema y se convierte en una valiosísima lección para los padres, maestros y adultos en general. Es una creación de la directora Yezi Xue y captura un momento de aprendizaje mágico entre un abuelo y su nieto.
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