Diversos estudios han comprobado que tras el cese de la caza comercial de ballenas, las poblaciones se están recuperando en los polos.
La caza de ballenas generó uno de los mayores desastres para la naturaleza, ya que llevó a muchas especies al borde de la extinción en todos los océanos, incluso en las zonas más remotas como los polos norte y sur, con cifras terribles de más de 1.3 millones de ballenas capturadas y asesinadas en la Antártida en tan solo 70 años.
Sin embargo, con el cese de la caza comercial de ballenas hace casi 40 años atrás, poco a poco se ha ido evidenciando la recuperación de algunas de las especies que fueron más atacadas en esa época.
Un ejemplo alentador es el caso de las ballenas azules, una especie que durante mucho tiempo fue asediada por los balleneros debido a su enorme tamaño, pero afortunadamente en los últimos 9 años se han registrado 41 individuos nuevos en las aguas cercanas de la isla subantártica de Georgia del Sur.
Según los científicos del estudio, consideran que las nuevas generaciones de las ballenas azules han ‘redescubierto’ que las aguas de las proximidades de la isla son ricas en krill y por esto han regresado al lugar, tal como lo hacían sus predecesores a principios del siglo XX cuando la caza de ballenas estaba en su momento más fuerte y se mataban aproximadamente 3000 ballenas azules cada año en la zona de Georgia del Sur.
Otro caso de recuperación fue registrada en la Península Antártica Occidental con un incremento de ballenas jorobadas. Mientras que en el extremo norte, las ballenas de Groenlandia del Ártico occidental han tenido una mejora importantísima al llegar a cifras similares a las de los tiempos anteriores a la caza de las ballenas. Adicionalmente, ahora es común visualizar a las ballenas de aleta y minke en el mar de Chukchi, cerca de Alaska.
Aunque estos estudios han demostrado ser positivos y generan esperanza de que las poblaciones de ballenas se puedan restaurar en los próximos años, lamentablemente las ballenas también enfrentan otros problemas como el calentamiento del agua que afecta a su suministro de alimentos; la contaminación marina, la pesca comercial, el tráfico de embarcaciones y el consecuente aumento del ruido y la amenaza de una potencial colisión.
Por fortuna, existen diversas organizaciones y apoyo de científicos que están intentando nuevas medidas para encontrar un balance tomando en cuenta las necesidades y vulnerabilidades de las ballenas para poder preservar un futuro para ellas.