Ana y Jonathan se reencontraron 32 años después, en la misma casa donde se vieron por última vez.
Esta impresionante historia comenzó el 25 de septiembre de 1987 en Bogotá, Colombia en el barrio Minuto de Dios cuando una mujer llamada Ana Jiménez, pasó por uno de los acontecimientos más difíciles que puede vivir un padre: la desaparición de un hijo.
Ana, quien en esa época tenía 22 años, estaba en su hogar atendiendo a una visita cuando dos de sus hijos Alfonso de 7 años y Jonathan de 3 años estaban jugando en el patio de su casa, mientras que su otro hijo, Juan de 5 años, veía a sus hermanos jugar desde la ventana del segundo piso. Aunque todo marchaba como de costumbre, repentinamente, Juan vió como un hombre llegó hacia la casa y les dijo a sus dos hermanos que fueran a comprar dulces y después de que caminaron hacia el final de la cuadra, los dos niños desaparecieron.
Aunque Juan observó toda la escena, el pequeño no se lo contó de inmediato a su mamá puesto que estaba en ropa interior y como había una visita en la casa, le daba pena bajar y sobretodo, la razón más importante es que aparentemente quien se había llevado a los niños, era una persona conocida, se trataba de Camilo Guzmán, un amigo de trabajo del padrastro de Juan, quien era sargento de la Policía colombiana y además, la pareja de su mamá.
Después de aproximadamente 1 hora, Ana quien pensaba que sus hijos seguían jugando con normalidad, se dio cuenta que solamente estaban Juan y Alfonso y cuando los niños le contaron lo ocurrido, ella empezó a buscar desesperadamente a Jonathan por toda la casa y por todo el barrio, preguntando a sus vecinos si es que alguien lo había visto. A pesar de los esfuerzos de Ana, nadie sabía nada y aunque contactó a su mamá y a sus hermanos para contarles lo ocurrido, ella no sabía qué hacer para poder encontrar a su hijo, puesto que su situación era muy compleja porque Jonathan había nacido en su casa y no había sido inscrito en el Registro Civil y además, ella se encontraba en una relación abusiva por su pareja quién era 30 años mayor a ella y formaba parte de la policía, en tiempos en que Colombia atravesaba inestabilidad social, económica y política con cientos de asesinatos a civiles, a guerrilleros y miembros de las Fuerzas Armadas.
En una entrevista con el medio colombiano El Tiempo, Ana relató la angustia que pasó aquel 25 de septiembre: “En ese momento sentí un dolor que solamente Dios y uno lo saben, los demás solo juzgan y critican. Solamente uno guarda ese dolor”. Y es que el sufrimiento de Ana siguió por muchos años y jamás pudo olvidar el día de la desaparición de su hijo. En la entrevista comentó que cada 25 de septiembre oraba con todas sus fuerzas para que su hijo estuviera vivo y anhelaba poder encontrarlo algún día.
Posteriormente, en el año 1994, siete años después de la desaparición, Camilo Guzmán apareció en la casa de Ana y le confesó que él se había llevado al niño, lo había llevado a Estados Unidos y lo había hecho por órdenes de su pareja. Ana relató que ese fue un momento muy impactante para ella y mencionó en la entrevista: “yo tenía la ilusión de que algún día lo iba a ver, nunca me fui de la casa porque algún día iba a llegar mi hijo hecho un ‘bizcocho’”. Y agregó que mantuvo su casa, su número de teléfono y nunca se mudó porque tenía la esperanza que de alguna manera se reencontraría con su hijo.
Aquel día de la confesión de Camilo, Juan quien ya tenía 12 años, escuchó la conversación y al ver el dolor de su mamá, tuvo el deseo de encontrar a su hermano y doce años después dió el primer paso cuando era estudiante de actuación y tras participar en diversos proyectos de cine, logró adquirir su visa después de 3 negaciones y finalmente, Juan logró viajar a Estados Unidos para buscar a Jonathan. Sin embargo, una vez allí se enfrentó a muchas dificultades y no tuvo éxito hasta que durante un viaje de regreso a Colombia cuando buscaba pistas de Camilo, su mamá encontró un documento con el número de cédula y los apellidos del hombre.
Con este nuevo dato, Juan empezó a buscar a Camilo con un investigador privado pero lamentablemente esto fue en vano, hasta que encontró su perfil de Facebook. Sin embargo, al buscar en la página se dio cuenta que el hombre había fallecido seis meses atrás y aunque se desanimó porque creía que él era el único que podía darle información sobre el paradero de su hermano, al continuar revisando el perfil notó que sus hijas aún estaban vivas y de inmediato las contactó para preguntarles sobre Jonathan. A pesar de que una de las hijas de Camilo recordaba que su papá había llevado al niño a la casa, no tenían más información sobre él y una vez más, Juan estaba en ceros.
La travesía por encontrar a su hermano continuó y en el 2018 de manera inesperada, Juan recibió un correo electrónico de una empresa de ADN llamada ‘My Heritage’ en la que buscaban a personas que quisieran encontrar a algún familiar a través de pruebas de ADN. Tras enviar la historia de la desaparición de Jonathan, la empresa lo seleccionó y le envió el kit de prueba.
Un año y medio después, el 2 de diciembre del 2019, Juan recibió un correo electrónico que cambió su vida para siempre y decía: “¡Oye! Soy John, de 34 años y actualmente vivo en Noruega. Fui adoptado en un orfanato en Colombia a la edad de cuatro años. No tengo familia conocida, lo cual es parte de la razón por la que tomé este examen. El resultado sugiere que eres mi medio hermano, tío o sobrino, así que a menos que tú también seas adoptado, ¡parece que estoy muy cerca de encontrar más información sobre lo que me pasó en Colombia en los años 80s!”.
Aunque estaba escéptico, después de algunos mensajes Juan y Jonathan se dieron cuenta que realmente eran hermanos y se habían encontrado gracias al test de ADN y desde entonces no pararon de hablar para poder planificar el reencuentro y que Jonathan pueda conocer a su mamá, puesto que él siempre pensó que había sido abandonado por sus padres porque antes de llegar al orfanato fue encontrado tirado en la calle. Sin embargo, lo que nunca supo es que en realidad había sido robado.
En la entrevista con El Tiempo, Ana mencionó sobre el día en que se enteró del hallazgo de Jonathan: “Mi hijo me llamó. Yo estaba aquí en la casa, él oró por mí y después dijo: mamá, lo encontré. Y yo le dije: ¡A Jonathan! Y me dijo: si. Cuando colgué yo gritaba, dándole gracias a Dios, brincaba, subía, bajaba, llamé a mi familia y a mis amigos”.
De esta manera, exactamente un mes después de que Juan recibió el correo, viajó a Noruega el 2 de enero del 2020 y después de 32 años pudo ver y abrazar a su hermano otra vez. Cinco días después, Juan, Jonathan y su mejor amigo llegaron a Bogotá para el tan anhelado reencuentro con su familia y después de descansar una noche en un hotel tras el largo viaje, los hermanos fueron al barrio Minuto de Dios donde fueron recibidos con música en vivo y pancartas de bienvenida.
Cuando Jonathan vió a lo lejos a su mamá, lloró de felicidad hasta caminar hacia ella y fundirse en un hermoso abrazo donde las palabras no fueron necesarias para expresar todo el amor que sintieron en ese maravilloso momento.
Jonathan se quedó 14 días en Colombia en los que pudo conocer a sus demás familiares y tras conversar con su mamá tuvo las respuestas a las preguntas que se había hecho toda su vida. Aunque tuvo que regresar a Noruega, viajó nuevamente a Bogotá en marzo del 2020 y se quedó atrapado por la pandemia, lo que le permitió, a pesar de las circunstancias que atravesaba el mundo, estar cerca de su familia e incluso aprender español para poder comunicarse mejor con su mamá.
Finalmente, el 28 de noviembre del 2020, la familia de Jonathan celebró su cumpleaños con piñatas, mariachis, 29 pasteles, 29 regalos y 29 velas para festejar cada uno de los cumpleaños que no pudieron celebrar juntos y poner fin a los 32 años de espera y sufrimiento que tuvieron que pasar para su reencuentro.