¿Cómo es esto posible?
Si alguien duda de la fuerza autosuficiente de la naturaleza para crecer, florecer y multiplicarse, puede estudiar los diversos bosques, faunas y flores de todo el mundo, o simplemente mirar a una botella específica. En 1960, el inglés David Latimer decidió intentar crear un pequeño jardín dentro de una botella de vidrio. Desde entonces, su jardín portátil sigue verde e intensamente vivo, debidamente sellado dentro de la botella. El detalle curioso y sorprendente, es que la última vez que Latimer mojó la planta fue en 1972.
El inglés asegura que tuvo la idea simplemente para encontrar utilidad para la bella botella, y decidió realizar el experimento. Pasados 57 años, su jardín sigue sano y autosuficiente, creciendo solo y perfectamente. Fue en un domingo de Pascua de 1960 que él colocó un compuesto con tierra dentro del garrafón que ya poseía ácido sulfúrico y delicadamente “plantó” una muda de Tradescantia.
Los primeros doce años de vida de la planta permaneció intacta dentro de la botella sellada. En 1972, Latimer decidió abrir la botella por primera vez, para añadir más agua al pequeño ecosistema que se formaba. La única incidencia externa, a lo largo de todos estos años, fue incluso de la luz solar – que permite que las plantas practiquen fotosíntesis, crezcan, liberen oxígeno e intensifiquen la humedad.
Esta humedad actúa dentro de la botella como una especie de “lluvia”. Las bacterias actúan sobre las hojas que caen, liberando así el gas carbónico necesario, y listo – el ciclo está completo. La botella funciona como una versión micro de lo que sucede en todo el planeta, con una enorme diferencia: la interferencia humana. La comparación, por lo tanto, es infalible: si el ser humano no interfiere, la naturaleza simplemente prospera, bellamente, con toda su fuerza, incluso en los lugares más inhóspitos, por el tiempo que sea.