El joven de 17 años que pasó su vida ayudando a otros.
Fueron los conocimientos de limpieza en seco de Adolfo Kaminsky los que primero llamaron la atención de la resistencia francesa. En París durante la Segunda Guerra Mundial, la resistencia había estado tratando desesperadamente de descubrir cómo borrar una tinta azul permanente en los documentos oficiales. Si podían resolverlo, podrían modificar los documentos originales de los judíos y crear otros nuevos.
Inicios
Adolfo Kaminsky nació en Argentina en 1925, pero cuando aún era un niño sus padres decidieron mudarse a Francia, en donde comenzó a trabajar desde muy joven.
A los 17 años Adolfo comenzó a trabajar como tintorero en donde encontró su pasión por la química y los colorantes. Más tarde creó su propio laboratorio en casa de su tío y trabajó en una tienda como asistente de un químico, quien le enseñó los conceptos básicos de la ciencia.
Cuando los nazis invadieron el país, su familia fue capturada. Afortunadamente su familia en Argentina convenció al gobierno de escribir cartas de liberación, lamentablemente su madre no logró escapar.
Cuando Kaminsky se unió a la resistencia francesa, comenzó cuidando las vías de tren y durante una charla un compañero se enteró de que él podría quitar la tinta azul de los documentos. El ácido láctico. Fue reclutado gracias a su habilidad para modificar documentos originales y forjar nuevos documentos de identidad, pasaportes, tarjetas de racionamiento de alimentos, certificados de nacimiento y certificados de matrimonio.
Kaminsky luchó con las máquinas de coser que usó para crear perforaciones en sellos. Luchó forjando firmas y reproduciendo filigranas. Su laboratorio secreto se convertiría en uno de los mayores proveedores de documentos falsificados para judíos franceses, produciendo, hasta 500 documentos por semana.
”Cuando es perfecto, es imposible distinguirlo”, dice. ”Si puedes reconocer la diferencia, entonces es un trabajo pobre”.
Su incansable trabajo salvó la vida de unos 14,000 hombres, mujeres y niños de una muerte segura.
La mayor solicitud que recibió fue para 300 niños y sólo tenía tres días para lograrlo. Un Trabajo casi imposible.
”Tenía que mantenerme despierto tanto como pudiera. Luchar contra el sueño. Los cálculos eran fáciles: en una hora, hago 30 documentos falsos. Si duermo una hora, 30 personas morirán”.
Kaminsky trabajó sin descansar y hasta el desmayo para lograr completar la solicitud, tenía que tener mucho cuidado porque cualquier error podría echar a perder el plan. Afortunadamente terminó a tiempo.
Poco después de la liberación de París, Kaminsky fue reclutado por el Servicio Secreto francés para producir documentos para los espías franceses que estaban siendo lanzados en paracaídas detrás de las líneas enemigas. Pero su trabajo no terminó allí. Después de que la guerra terminó, él comenzó a falsificar documentos para muchas otras personas que huían de dictaduras en lugares como Portugal, Grecia, España y Venezuela.
Kaminsky nunca cobró ni un peso por su trabajo, su único impulso era combatir las injusticias, sin fronteras, banderas ni pasaportes, para él todos éramos iguales.
Kaminsky mantuvo en secreto su pasado, hasta que su hija y biógrafa Sarah Kaminsky lo convenció de compartir los detalles del trabajo que amenazó su vida pero hizo en nombre de la paz y las personas que luchaban por justicia.
Actualmente Adolfo Kaminsky tiene 92 años y junto con su hija Sarah, ahora cuentan su historia a los estudiantes de secundaria Francia.
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