Adriano Olivetti, el empresario que construyó una ciudad para sus empleados

Todos trabajaban unidos y las ganancias se compartían con todos y todas.

Fue en 1908 cuando en Ivrea, Piamonte, Italia, fue fundada la empresa Olivetti. Su objetivo: convertirse en la primera fábrica nacional de máquinas de escribir, y quien estaba detrás de este atrevido emprendimiento, era Camillo Olivetti, el que junto con 20 trabajadores en un espacio de sólo 500 metros cuadrados, logró crear en 1911 la primera máquina de escribir italiana, la famosa M1. Años después, la responsabilidad de esta novedosa empresa, recaía en el hijo de Camilo, Adriano.



Antes de que este joven se hiciera acreedor de la empresa de su padre, tuvo que pasar por muchos retos. Debido a que el iperativo familiar era bien claro, y todo buen jefe que se respete debía ser primero un buen trabajador. Es así como Adriano partió de lo más bajo a la jerarquía de la empresa, para ir subiendo hasta la cima de la pirámide.

Una vez en la cima, el joven Adriano logró desarrollar sus ideas, pudo controlar el 30% del mercado mundial de máquinas de escribir, además de imponer un estilo que permitió que las puertas de su fábrica se abrieran para los mejores artistas italianos de la época. Sin olvidar, que posteriormente la empresa se abrió para realizar computadoras y calculadoras.



Pero eso no era todo, la visión comunitaria y solidaria de la empresa y la vida que tenían era lo que realmente se convirtió en el sello de la empresa. Adriano compartía las ganancias de la productividad con sus trabajadores, aumentándoles los sueldos, reduciendo sus horarios de trabajo y dándoles beneficios adicionales. Para el año 1957, y según consigna la Fundación Adriano Olivetti, los trabajadores de su empresa eran los mejores pagados de toda la industria metalúrgica, además de que mostraban la mayor productividad.

A pesar de los sorprendentes números y beneficios, su mayor obra fue su plan de vivienda junto con otros servicios para sus trabajadores. Adriano llevó a cabo la construcción de una pequeño ciudad para sus trabajadores en Ivrea, donde aún se encuentra su planta. Contando con la ayuda de prestigiosos diseñadores y arquitectos italianos, construyó un poblado donde además de casas para sus trabajadores, había un centro social, bibliotecas y escuelas.



A todo esto, se le suman servicios de transporte para los empleados, atención médica y psicológica la cual estaba más que garantizada.

Su éxito fue tanto, que el respeto y confianza que logró con sus trabajadores le ayudó para esconder sus máquinas de escribir durante la Segunda Guerra Mundial, Adriano le pidió a sus trabajadores que cada uno se llevara una o dos para sus casas y las escondieran ahí. Superando el conflicto, las 5,000 máquinas de escribir en total, fueron devueltas cada una y en buen estado a la fabrica.

Sin duda un gran ejemplo de empresario con ideas dignas de imitar.


Jennifer Monroe: Escritora de tiempo completo, cinéfila, comic addict y fotógrafa aficionada. A complete Nerd kissed by fire.
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