Esta alternativa podría producir el doble de la cantidad de electricidad que generan todas las otras fuentes en la actualidad.
La protagonista de esta historia es Inna Braverman, una joven originaria de Ucrania quien decidió crear una forma para obtener energía limpia y segura, tras haber vivido uno de los más grandes desastres medioambientales de la historia: el accidente de Chernóbil el 26 de abril de 1986.
Cuando Inna tenía tan solo dos semanas de nacida, la planta nuclear de Chernóbil explotó, afectado a millones de personas de Europa y América del Norte, entre estos a su familia que vivía en las afueras de Kiev y cuando Inna inhaló aire con polvo radioactivo, dejó de respirar. Aunque logró sobrevivir, el accidente de Chernóbil continuó siendo parte de su vida y fue lo que la inspiró para inventar un sistema de obtención de energía segura.
Al respecto, Inna expresó: “Tengo una segunda oportunidad. Crecí sabiendo que debía hacer algo diferente, algo grande con mi vida. Si Chernóbil se trataba de producir energía de una manera insegura, me preguntaba si habría una forma más limpia de aprovechar la energía”.
Fue así como después de graduarse de la Universidad de Haifa en Israel, Inna empezó a analizar a las empresas en diversas partes del mundo que trabajaban con energía solar, eólica e hidroeléctrica y al notar que nadie estaba utilizando las olas del océano como una alternativa, Inna decidió que ese sería su camino.
Sin embargo, Inna se enfrentó a varios inconvenientes: primero transformar el choque de las olas en electricidad es una tarea complicada porque una ola muy fuerte puede destruir los equipos de conversión rápidamente, como ocurrió con las empresas Pelamis en Europa y Oceanlinx en Australia, las cuales en la actualidad cesaron sus operaciones. Por otra parte, instalar una infraestructura en alta mar, es muy caro y las fuertes olas también pueden destruir los equipos con relativa facilidad, por lo que las compañías de seguro no estaban dispuestas a cubrir aquellos gastos.
Después de analizar aquellas alternativas Inna optó por una forma más segura y menos costosa: instalar ‘flotadores’ en estructuras artificiales existentes como los muelles y rompeolas, y colocar en tierra los generadores y computadoras para disminuir los riesgos y potenciales afectaciones en los aparatos.
De esta manera, Inna desarrolló Eco Wave Power un sistema que a diferencia del empleado en las hidroeléctricas, las olas no hacen girar una turbina de manera directa, sino que los flotadores se adaptan al moviendo de arriba y abajo según la altura de las olas y de esta manera, crean presión en los pistones hidráulicos, que empujan un líquido biodegradable por medio de una tubería y lo almacena en un ‘acumulador’ que está ubicado en la orilla y posteriormente, esto genera que el motor hidráulico acoplado a un generador gire para lograr producir electricidad.
Adicionalmente, Inna explicó que todo el sistema es sustentable ya que tras realizar el primer proceso, el fluido se regresa a la tubería y después puede ser reutilizado por los pistones. Y también precisó que el sistema Eco Wave Power puede funcionar adecuadamente en cualquier sitio que tenga olas de al menos medio metro de altura.
Por otra parte, según los cálculos de Inna, su equipo y otros expertos, consideran que si la energía generada por olas del mar se implementará en todas partes del mundo cumpliendo con el requisito de la altura mínima de olas, esta alternativa sustentable podría generar el doble de la cantidad de electricidad que producen otros tipos de fuentes en la actualidad.
Gracias a la eficiencia de Eco Wave Power, Inna ha recibido diversos reconocimientos y su proyecto ha sido calificado como una forma de ‘tecnología pionera’ por parte del científico del Ministerio de Energía en Israel y también recibió una etiqueta de ‘Solución Eficiente’ de la fundación Solar Impulse, mientras que la Organización de las Naciones Unidas le dio el premio Acción Climática Global.