Skip to content

La mujer más solitaria del mundo vive en Siberia y no se enteró de la Segunda Guerra Mundial

Su familia huía de la persecución religiosa de Stalin y se instalaron en medio de la nada. 

Agafia Lykova es considerada la “mujer más solitaria del mundo” ya que en 1936 sus padres huyeron de la persecución religiosa de Stalin y decidieron aislarse por completo de los demás, en una localidad en Siberia en la que el pueblo más cercano está a aproximadamente 250 kilómetros a la que se accede caminando durante dos semanas.




De esta manera, Karp Lykova y su esposa construyeron un hogar y tuvieron cuatro hijos: dos niños y dos niñas. Desafortunadamente un tiempo después del nacimiento de Agafia, su mamá falleció, así que Karp crió solo a los cuatro niños quienes crecieron sin ninguno de los avances que se daban en el resto del mundo.

Agafia y su familia vivieron aislados por completo sin electricidad, ni transporte y alimentándose gracias a sus cultivos de hortalizas y papas, de la leche de una cabra que ordeñaban todos los días y por los peces que obtenían a través de una red. 

Por 40 años la familia vivió sin contacto alguno, hasta que en 1978 un grupo de geólogos soviéticos que se encontraban en una expedición hallaron a la familia Lykova en condiciones propias de la Edad Media y hablando una combinación de ruso y del antiguo eslavo (el idioma ancestral de Rusia).



 

Durante ese encuentro, la familia tuvo algunas actualizaciones de lo que había ocurrido en el mundo en todos esos años y lo más impactante fue enterarse que Stalin había muerto y que había ocurrido una Segunda Guerra Mundial. Además, por primera ocasión vieron un televisor.

Unos años después en 1981, los tres hermanos de Agafia fallecieron como consecuencia de un resfriado y en 1988 su papá también murió, mientras que su única compañía fue la de Erofey Serov uno de los geólogos que se había instalado cerca del hogar de los Lykova, hasta que en el 2015 falleció.



 

A pesar de que las condiciones en las que vive Agafia son extremas, ya que en el invierno siberiano la temperatura desciende hasta 50 grados bajo cero, ella se mantiene con relativa buena salud gracias a sus actividades cotidianas, sembrando, pescando, ordeñando y manteniendo su hogar.

Aunque durante décadas Agafia y su familia aprendieron a vivir de manera autosuficiente, ahora recibe la ayuda ocasional de algunas personas quienes le envían víveres y materiales, por medio de un helicóptero, para facilitar un poco su vida.

Adicionalmente, Agafia solo ha dejado su hogar en menos de una docena de veces, cuando tuvo que viajar para recibir atención médica, pero ella siempre prefiere regresar a la tierra donde nació y creció continuando con el aislamiento total.