Las mismas manos que plantaban tomates ahora están salvando vidas
Alfredo Quiñones-Hinojosa, nació en un pequeño poblado a las afueras de Mexicali, México; creció en una familia pobre y fue el mayor de cinco hijos. Su experiencia laboral comenzó a los cinco años de edad; trabajaba en la gasolinera de su padre, pero a medida que la economía mexicana se hundía, el negocio caía, y con ello el sustento de la familia.
Perseverancia
Otros se hubieran rendido, pero Alfredo no era de los que se rendían. Una hora después de su primer intento, volvió al mismo lugar y ejecutó su maniobra mucho más rápido. Esta vez con éxito.
Con ayuda de su tío, regresó a los campos del Valle de San Joaquín; donde trabajó por tres años recogiendo maíz, uvas, algodón, brócoli y tomates. Alfredo vivía en un remolque y ganaba 3.35 dólares por hora, aunque aspiraba a ganar dinero suficiente para alimentar a sus padres y a sus hermanos. Pero se dio cuenta de que con ese salario, alcanzar su sueño iba a durar mucho más de lo esperado.
Poco tiempo después consiguió un trabajo como soldador en una empresa ferroviaria; pero un incidente a los 21 años casi le cuesta la vida. Mientras reparaba una válvula una de las tuercas cayó y sin hacer caso a las advertencias, ingresó al contenedor que transportaba petróleo licuado para sacarla.